martes, 28 de septiembre de 2010

DÍA 1...

Hoy volví a encender un cigarrillo después de un año de rehabilitación. La última vez que fume uno, debí hacerlo en la fiesta de Maku, un compañero de la universidad que cumplía 25 años. Nunca he sido un tipo sociable, me enferman las multitudes, las personas, miles de ojos viéndote, comentado acerca de ti, hablando a tus espaldas, murmurando, demasiado ruido para mi gusto.
Definitivamente no solía ir a ningún tipo de fiestas, prefería los bares decadentes con nadie más como compañía que mi propia sombra, la cual ya era bastante incomoda porque la muy puta me seguía a todas partes.
Maku me suplico al borde del llanto que vaya a su fiesta, no se porque lo hizo, no era mi amigo ni nadie muy cercano a mi. Suelo apartarme de las personas con facilidad y cuando ellas insisten en abrazar este intento de persona, no me queda más opción que apartarlas, aunque sea por la fuerza.
Extrañamente no podía hacerlo con Maku, me resultaba familiar su rostro, sus grandes ojos azules que abría desmesuradamente haciéndolos aun mas enormes de lo que eran cada vez que pedía algún favor o se emocionaba solía darle una atmosfera cómica a su alrededor. A pesar que siempre mantuve mi distancia no pude alejarlo totalmente, era muy persistente.
En la fiesta estaba toda la universidad, yo en un rincón, tratando de huir al menos con la mente de ese lugar de mierda y esa gente de mierda. A lo único que me aferraba era a mi cajetilla de cigarrillos. Me atrevería a decir que quizás ellos eran los únicos que me conocían en verdad…
Maku no fumaba y siempre se refería a mí como la chimenea que lloraba tabaco. Recuerdo que de pronto Maku apareció, me tomo de la mano y me llevo hasta su cuarto, había tomado de más y se le veía algo contrariado. No pensaba escuchar lo que escuche. Con lágrimas en los ojos me dijo que era gay, que se lo había contado a su padre, que se encontraba fuera del país por negocios, ese mismo día y que este le había insultado, lo había despreciado y que le había dicho que a su llegada no quería verlo en la casa porque le daba asco tener un hijo maricón. Lloró, lloró en mi hombro, aproximadamente 10 minutos, yo seguí fumando, ausente como siempre, no sabia que decir en un momento como tal.
Vi los ojos llorosos de Maku, la extrema felicidad que solía ver en ellos había desaparecido, ahora únicamente proyectaban rabia y tristeza, sobre todo eso, tristeza. Maku se acercó, retiro el cigarrillo de mi boca y plasmó un tímido beso en mis labios. Yo me quede paralizado, sin atinar a moverme. Maku nunca cerró los ojos, me miró fijamente, sentí como me perdía en el profundo azul de sus ojos, como si un inmenso mar me tragara por completo. Se aparto y coloco nuevamente el cigarrillo entre mis labios. Me pidió disculpas por haberme besado y me dijo que ojala sea uno de los últimos cigarrillos que fumara, de lo contrario moriría joven. Se paró de la cama y salió del cuarto.
Fue la última vez que vi a Maku y a sus ojos azules. A la mañana siguiente salió en los periódicos que el hijo único del alcalde de la ciudad se había suicidado cortándose las venas en un baño en medio de su fiesta numero 25.
Efectivamente, fue la última vez que fume un cigarrillo, no sé si fue por respetar las últimas palabras de Maku, pero indirectamente sentía que le había hecho una promesa, sellado con un beso robado.
A pesar que nunca llegamos a una amistad, me sentí afligido algunos días por su muerte. Ese mismo día, enterré en el jardín de la casa las 5 cajetillas de cigarrillos que tenia, eso y los recueros de Maku.
Hoy, en medio de la soledad y el viento helado que se burla de mi, escarbé desesperadamente en la tierra, encontré las cajetillas y con ellas, a Maku y sus ojos azules.
Un mal momento se convierte en un instante perfecto para fumar, siempre me ha gustado ver el humo saliendo de mi boca, como si mi alma se escapara de mi cuerpo por un segundo, sólo para volver a golpear mis pulmones con amargura.
He decidido empezar a fumar de nuevo, supongo que he regresado a ser, como decía Maku, esa chimenea que llora tabaco…

Atte.
ESKOL.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Soy Eskol...

Desde este momento, Paris ha muerto en este blog. Y gracias a él, usare este espacio como templo.

Soy un cuerpo que necesita ser escuchado, que necesita contar su historia, que necesita realizar una catarsis desesperada en busca de alguna salvación posible.

No pretendo revelar mi identidad, solo transmitirles todo lo que siento y contarles mí historia y con suerte, en algún día no muy lejano, poder salir de este hoyo en el que me encuentro.

A partir de este instante, Hijo de Ruta pasa a ser propiedad de… ESKOL.