Anoche como las
noches anteriores no he podido dormir. Sin embargo hoy no me siento aletargado
como de costumbre, todo lo contrario la intriga que me había generado el encontrar
aquella extraña hoja de papel y aquella descripción de mi supuesta musa son
razones suficientes para iniciar una contundente búsqueda. Búsqueda que debo
empezar a realizar en los rincones más distorsionados de mi frágil mente.
Anoche he estado
más inquieto de lo usual, he tenido una respiración más acelerada, como cuando
un niño sabe que sus padres le van a hacer una gran fiesta por su cumpleaños al
día siguiente y sólo puede pensar en lo mucho que se va a divertir y en los
regalos que le esperan. Pero yo no
espero ningún puto regalo… en realidad no espero nada. Pero por alguna extraña
razón hay algo. ¡Ahí! Muy adentro de mí.
Me ha tocado
fantasear con innumerables cuerpos y
barajar algunos nombres. Digo algunos porque no soy muy bueno recordando
nombres, todo lo contrario me considero pésimo en ello. Prefiero los detalles, rasgos,
gestos, formas, dimensiones, texturas, olores…
Pero ni siquiera
el repertorio de cuerpos me ha ayudado para esclarecer algo acerca de la
identidad de aquella enigmática figura, ni en lo más mínimo. Parece que de una
u otra manera también he perdido registro de ello y siento que un miedo
creciente empieza a invadirme…
Sin embargo ayer
un sentimiento adicional me ha embargado, o más que un sentimiento una
sensación, una idea que no hacía más que perturbarme y descontinuar el camino
que venía siguiendo en la búsqueda de la identidad de esa figura desnuda.
Un par de ojos
azules, una voz vivaz, una energía clara y tibia que me reconfortaba y a la vez
me inquietaban. Maku, no tardé mucho tiempo en darme cuenta que Maku era la
razón de ello. Maku y sus profundos ojos
azules, Maku y su sonrisa blanca
y sincera, Maku y esos abrazos efusivos que si bien rechazaba, en secreto apreciaba por la familiaridad con
la que me hacían sentir. Definitivamente al desenterrar la cajetilla de
cigarrillos que había permanecido invernando bajo la tierra del jardín trasero,
había también liberado a Maku y los recuerdos acerca de él. Ahora parecían
perseguirme apareciendo en los momentos menos esperados. Como si me estuviera
repitiendo lo que solía decirme cuando estaba vivo acerca de mi condición de
fumador compulsivo.
Pero porqué
Maku? Porque justamente una persona con la que nunca había tenido una relación
más cercana que un breve intercambio de palabras, algún abrazo imprevisto, o
realizado alguno de esos impersonales trabajos en grupo de los que abundan en
la universidad. No logro comprender lo relevancia de Maku en mi vida como para
que ahora mi mente se ensañe conmigo y me lo recuerde todo el tiempo. Peor aún,
me lo recuerde de una forma tan desarticulada e inconexa. Tan poco clara como
si en realidad se tratase de un sueño, o más bien de una pesadilla que se niega
a quedarse en aquél mundo onírico, como si quisiera perpetuarse en realidad, en
un pasado inventado por esos mismos aparentemente falsos recuerdos. Pero es
posible que un simple sueño, que un simple juego mental me ocasionen toda esta
perturbación emocional, toda esta inquietud, toda esta pesadumbre que se niega
a desaparecer? No hay nada por el momento que me indique que Maku realmente
existió más allá de los pasajes de una mente inválida como la mía. Sin embargo
esos aparentes recuerdos se presentan tan nítidos que incluso llego a percibir
el olor a manzanilla que emanaba de los rizos rubios de Maku.
Maldita sea!
Manzanilla? De donde acaba de aparecer dicho dato, dicho recuerdo?
Enciendo un
cigarrillo más, bajo rápido por las escaleras y salgo al jardín trasero bajo un
perezoso sol de inicios de invierno a las nueve de la mañana, aún hace frío y
muchas nubes en el cielo como cuervos acompañando una marcha fúnebre.
Doy unos pasos
en el césped maltrecho, siento el frío penetrar desde la planta de mis pies y
congelarme las mejillas. Aprieto los dientes, me llevo el cigarrillo de nuevo a
la boca, aspiro fuerte, inundo mis pulmones de ese amargo gaseoso, me armo de
valor y sigo avanzando bajo unas cuantas gotas que empiezan a caer.
Uno, dos, tres
pasos y de pronto me veo en medio del jardín. El cigarrillo se ha apagado y creo
que algo dentro de mi también. Qué hago aquí? Me siento desnudo, perdido…
Bajo la mirada y
miro mis pies. Blancos muy blancos. Los muevo lentamente y siento el húmedo y
frío césped cansado. Se siente bien, extraño… como nuevo, pero bien.
Sigo observando mis
pies; el derecho tiene dos cicatrices pequeñas en la parte superior. El
izquierdo… el dedo gordo de mi pie izquierdo es raro, como más grande.
Desentona con los demás dedos, chueco y feo. Como si no formara parte de mi
pie, como si en realidad se tratara de un intruso que ha llegado huyendo de
algo y ha tratado de camuflarse lo mejor posible en mi pie, sin embargo lo advierto.
Ningún disfraz suele ser lo suficientemente bueno por mucho tiempo. Blancos muy
blancos. Un par de cicatrices y un dedo que finge ser mío…
Levanto la
mirada y simplemente nada. Nada. Siento como mis piernas se quiebran y mi mente
se nubla, mis parpados caen y una sensación etérea me desploma sobre el césped,
ahora mojado, bajo gotas cada vez más fuertes, en medio de un frío más
penetrante.
Mis ojos sólo
alcanzan a ver a escasos centímetros, algo de hierba, algo de tierra y mi boca
entreabierta que pide auxilio a ese aire gélido e indomable que fractura mi
aliento. Siento como mis párpados van sucumbiendo y cerrándose lentamente.
A pesar de todo
se siente bien, extraño… como nuevo, pero bien.
Atte.
Eskol.
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