lunes, 6 de agosto de 2012

DÍA 3...


Anoche como las noches anteriores no he podido dormir. Sin embargo hoy no me siento aletargado como de costumbre, todo lo contrario la intriga que me había generado el encontrar aquella extraña hoja de papel y aquella descripción de mi supuesta musa son razones suficientes para iniciar una contundente búsqueda. Búsqueda que debo empezar a realizar en los rincones más distorsionados de mi frágil mente.
Anoche he estado más inquieto de lo usual, he tenido una respiración más acelerada, como cuando un niño sabe que sus padres le van a hacer una gran fiesta por su cumpleaños al día siguiente y sólo puede pensar en lo mucho que se va a divertir y en los regalos que le esperan. Pero  yo no espero ningún puto regalo… en realidad no espero nada. Pero por alguna extraña razón hay algo. ¡Ahí! Muy adentro de mí.
Me ha tocado fantasear  con innumerables cuerpos y barajar algunos nombres. Digo algunos porque no soy muy bueno recordando nombres, todo lo contrario me considero pésimo en ello. Prefiero los detalles, rasgos, gestos, formas, dimensiones, texturas, olores…
Pero ni siquiera el repertorio de cuerpos me ha ayudado para esclarecer algo acerca de la identidad de aquella enigmática figura, ni en lo más mínimo. Parece que de una u otra manera también he perdido registro de ello y siento que un miedo creciente empieza a invadirme…
Sin embargo ayer un sentimiento adicional me ha embargado, o más que un sentimiento una sensación, una idea que no hacía más que perturbarme y descontinuar el camino que venía siguiendo en la búsqueda de la identidad de esa figura desnuda.
Un par de ojos azules, una voz vivaz, una energía clara y tibia que me reconfortaba y a la vez me inquietaban. Maku, no tardé mucho tiempo en darme cuenta que Maku era la razón de ello. Maku y sus profundos ojos  azules, Maku y  su sonrisa blanca y sincera, Maku y esos abrazos efusivos que si bien rechazaba,  en secreto apreciaba por la familiaridad con la que me hacían sentir. Definitivamente al desenterrar la cajetilla de cigarrillos que había permanecido invernando bajo la tierra del jardín trasero, había también liberado a Maku y los recuerdos acerca de él. Ahora parecían perseguirme apareciendo en los momentos menos esperados. Como si me estuviera repitiendo lo que solía decirme cuando estaba vivo acerca de mi condición de fumador compulsivo.
Pero porqué Maku? Porque justamente una persona con la que nunca había tenido una relación más cercana que un breve intercambio de palabras, algún abrazo imprevisto, o realizado alguno de esos impersonales trabajos en grupo de los que abundan en la universidad. No logro comprender lo relevancia de Maku en mi vida como para que ahora mi mente se ensañe conmigo y me lo recuerde todo el tiempo. Peor aún, me lo recuerde de una forma tan desarticulada e inconexa. Tan poco clara como si en realidad se tratase de un sueño, o más bien de una pesadilla que se niega a quedarse en aquél mundo onírico, como si quisiera perpetuarse en realidad, en un pasado inventado por esos mismos aparentemente falsos recuerdos. Pero es posible que un simple sueño, que un simple juego mental me ocasionen toda esta perturbación emocional, toda esta inquietud, toda esta pesadumbre que se niega a desaparecer? No hay nada por el momento que me indique que Maku realmente existió más allá de los pasajes de una mente inválida como la mía. Sin embargo esos aparentes recuerdos se presentan tan nítidos que incluso llego a percibir el olor a manzanilla que emanaba de los rizos rubios de Maku.
Maldita sea! Manzanilla? De donde acaba de aparecer dicho dato, dicho recuerdo?
Enciendo un cigarrillo más, bajo rápido por las escaleras y salgo al jardín trasero bajo un perezoso sol de inicios de invierno a las nueve de la mañana, aún hace frío y muchas nubes en el cielo como cuervos acompañando una marcha fúnebre.
Es la primera vez que salgo de nuevo al jardín trasero desde que desenterré las cajetillas de cigarrillos, es más me parece que es la primera vez que salgo al jardín trasero por la mañana en mucho, mucho tiempo.
Doy unos pasos en el césped maltrecho, siento el frío penetrar desde la planta de mis pies y congelarme las mejillas. Aprieto los dientes, me llevo el cigarrillo de nuevo a la boca, aspiro fuerte, inundo mis pulmones de ese amargo gaseoso, me armo de valor y sigo avanzando bajo unas cuantas gotas que empiezan a caer.
Uno, dos, tres pasos y de pronto me veo en medio del jardín. El cigarrillo se ha apagado y creo que algo dentro de mi también. Qué hago aquí? Me siento desnudo, perdido…
Bajo la mirada y miro mis pies. Blancos muy blancos. Los muevo lentamente y siento el húmedo y frío césped cansado. Se siente bien, extraño… como nuevo, pero bien.  
Sigo observando mis pies; el derecho tiene dos cicatrices pequeñas en la parte superior. El izquierdo… el dedo gordo de mi pie izquierdo es raro, como más grande. Desentona con los demás dedos, chueco y feo. Como si no formara parte de mi pie, como si en realidad se tratara de un intruso que ha llegado huyendo de algo y ha tratado de camuflarse lo mejor posible en mi pie, sin embargo lo advierto. Ningún disfraz suele ser lo suficientemente bueno por mucho tiempo. Blancos muy blancos. Un par de cicatrices y un dedo que finge ser mío…
Levanto la mirada y simplemente nada. Nada. Siento como mis piernas se quiebran y mi mente se nubla, mis parpados caen y una sensación etérea me desploma sobre el césped, ahora mojado, bajo gotas cada vez más fuertes, en medio de un frío más penetrante.
Mis ojos sólo alcanzan a ver a escasos centímetros, algo de hierba, algo de tierra y mi boca entreabierta que pide auxilio a ese aire gélido e indomable que fractura mi aliento. Siento como mis párpados van sucumbiendo y cerrándose lentamente.
A pesar de todo se siente bien, extraño… como nuevo, pero bien.

Atte.
Eskol.

                                                                                                                                

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